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Arquitectos: Hiero Arc
- Área: 560 m²
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Fotografías:Igor Carvalho
Descripción enviada por el equipo del proyecto. En el interior de Brasil, dentro de la región Medio Oeste en Goiás, el proyecto del restaurante Ikigai tiene como objetivo armonizar dos pasiones de los propietarios: la gastronomía y la jardinería. El lugar ofrece una experiencia que permite a los visitantes tomarse un respiro del bullicio de la vida urbana, posibilitando la conexión con un entorno sereno. El restaurante busca brindar una vivencia de paz y simplicidad, ofreciendo un vistazo a lo verdaderamente sublime y natural.
La búsqueda de autenticidad y naturalidad impregna varios aspectos del proyecto. Materiales crudos, instalaciones expuestas, estructuras reveladas y la simplicidad de los muebles, como las sillas de alambre, buscan reflejar la identidad de la cultura local.
La belleza y la forma de las plantas llenan el espacio, cautivando a quienes lo frecuentan. La presencia de un espejo de agua proporciona áreas para la contemplación y la relajación, creando una sensación de inmersión en la naturaleza. Junto con una iluminación natural abundante y ventilación, la intención del proyecto es transformar el restaurante en un refugio temporal.
La operación del restaurante ocupa una antigua casa, adaptada para albergar áreas técnicas. La cocina está visualmente integrada en el salón principal, permitiendo una interacción directa entre chefs y clientes. La gran apertura de vidrio crea una conexión visual, convirtiendo el entorno en un escenario que atrae a aquellos interesados en el proceso gastronómico.
En el terreno vecino, incorporado al proyecto, se encuentran las áreas destinadas a los clientes: recepción, área de espera y salón para las mesas. La trama metálica delimita el espacio cubierto, destacando los patios a través de vacíos. Mesas, paisajismo y el espejo de agua se integran en un sistema geométrico, formando una malla sencilla en el suelo y techo. El paisajismo, ocupando vacíos, líneas de visión, suelo, pared y techo, añade complejidad a lo que inicialmente parece ser una construcción simple.
El propietario, que tiene el cultivo y cuidado de plantas como pasatiempo, transforma el espacio en un vivero, donde se venden plántulas a los clientes, proporcionando una transformación constante del paisaje del restaurante.
El proyecto incluye una cocina en formato Omakase para servicios gastronómicos exclusivos y atención al cliente. El espacio cuenta con un mostrador central para recibir a los clientes y funciona también como una cocina-laboratorio, donde el chef crea y prueba platos exclusivos, imparte cursos y produce contenido virtual. La dramatización se añade a la escena a través de un único colgante de madera, parecido a una linterna, que ilumina exclusivamente los platos y la producción gastronómica.
Es evidente la materialización de un lugar que se convierte en un restaurante-vivero, integrando estas dos funciones de manera armoniosa y ofreciendo lo mejor de ambos mundos a los usuarios.